DOMINGO 9, LA CIROLEDA

 

Fue el día y sitio clave. Como ya se había corrido la voz, el clérigo Juan González, con otros hombres, fue a casa de los padres de Inés, hablaron con éstos y la llamaron a ella, la cual les contó todo lo sucedido. Entonces le dijeron:

 

  • Ve hoy, y si vieres a esa Señora demándale señal para que lo creamos.

 

Y el clérigo se fue a decir Misa.

 

Inés salió con los cerdos, acompañada de su hermano Juan – parece que más pequeño que ella – y de su padre, al lugar llamado La Ciroleda. El padre los dejó allí y se volvió a Misa.

 

La Ciroleda, lugar de ciruelas, debía ser también un prado acuoso, como los demás sitios donde los otros días llevaba los cerdos. (El pueblo es rico en agua.) En este prado es donde se construyó el monasterio.

 

Inesilla, como la llamaban, dejó a su hermano en busca de una bestia que se había apartado, y le perdió de vista al llegar a unos majuelos (arbustos espinosos). Allí se puso de rodillas, con la boca en el suelo, pidiendo a la Señora que se volviese a aparecer, pero estaba temerosa. No es de extrañar; todas las personas importantes pendientes de ella; teniendo que pedirle a la Señora una señal; desde luego estaba metida en algo complicado.

 

 

Ese día tuvo lugar la aparición de la misma manera que los días anteriores.

 

  • levantate fija.
  • Entonces se levanto; pero tuvo miedo (seria porque le habian dicho pidiera la señal a la señora?
  • Yo hayas miedo.
  • Señora quien sois?.
  • Yo soy la Virgen Santa María.

 

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Y acercándose a ella le cogió la mano derecha, y apretándosela la dejó todos los dedos juntos y el pulgar formando cruz con los demás.

 

n lo que dijeres, pu Anda vete con esa señal porque crean, e a questo pasaras tu por ellos, e vete a la iglesia, e llegaras, cuando salgan de Misa,e enseñalo a todas las gentes porque te crean lo que dijeres, pues que llevas la señal.e

s que llevas la señal.

El brazo le quedó a Inés dolorido hasta el codo, como seco. Con los ojos bajos se dirigió a su hermano:
– Hermano, guarda los puercos, que me ha dado la Virgen María señal, e me pegó la mano, e me dijo que iré al mejor tiempo del mundo que saldrán todos de Misa [que llegaré justo a tiempo, cuando salgan todos de Misa].

 

Efectivamente, nada más acabar la Misa, cuando el sacerdote iba a echar el agua bendita, vio entrar a Inés toda llorosa, y ponerse de rodillas ante el altar de Santa María. Contó públicamente cuanto le había sucedido.

 

Todo el pueblo examinó su mano, que, según el sacerdote, parecía seca ni pudo despegar el pulgar de su mano, y viendo aquel milagro la creyeron y muchos besaron su mano.

 

El clérigo, el alcalde e ames buenos del dicho lugar, habiendo mucha devoción a la dicha Señora Virgen Santa María, que tal milagro había mostrado a la dicha Inés, allegáronse todo el pueblo, con gran devoción con las cruces e con candelas e hachas de cera encendidas en las manos; todos en procesión, descalzos, con los más niños que se pudieron haber del dicho lugar, e tomaron a la dicha Inés consigo. E ficieron una cruz de palo para la poner en el dicho lugar donde la dicha Señora le había tomado la mano, e en ella fecha la dicha señal.


E queriendo salir de las eras del dicho lugar e entrando entre las viñas [hoy ya no hay viñas ni ciruelos ni majuelos] iba la dicha Inés delante los niños, e vida a la Virgen María contra la echadura de un tejo de ella [a un tiro de piedra] e volvió la cabeza e dijo a los regidores, que iban ordenando la procesión de los dichos niños, que estuviesen quedos, que había oído que la llamaba la dicha Señora Virgen Santa María, e que le dijera dos veces: Anda acá; e la primera vez que no la vida, pero la segunda sí. E la dicha Inés dijo que quería ir a ver lo que le mandaba la dicha Señora.

E luego le quitaron la candela que llevaba en la otra mano, e Andrés Fernández, regidor, que llevaba la cruz de palo, se la dio a la dicha Inés. E traspuso el cerro, por su camino adelante, e no la vieron.

 

E cuando se apartó de la dicha procesión vino para la dicha Señora Virgen Santa María, e fue con ella fasta el lugar da le había dado la dicha señal, e iba al lado derecho de la dicha Inés, e nunca le había dicho palabra ninguna fasta que llegaron al dicho lugar. E iba a pasito, pero llegaron en un trote, que no sabe cómo fueron tan aynas llegadas.

 

E como llegaron al dicho lugar, la Virgen María tomó la cruz en la mano derecha, e fincó los hinojos contra la cruz [se arrodilló ante la cruz], e después se levantó e la puso quedo en el suelo e se fincó en el suelo cuantía de un palmo e medio, e inhiesta.


– Fija, finca las rodillas de cara la procesión, e ten la Cruz fasta que llegue. E han de faeerme aquí una iglesia, que llamen Santa María. ‘Tú fas de volver agora a la iglesia con la procesión. E con algunas criaturas inocentes estarás ante mi altar hoy con la noche. E me han de decir dos Misas de Santa María ante mi altar, e te han de poner bajo de los evangelios de dichas Misas. E dichas las dos Misas te han de llevar a la iglesia de Santa María de Guadalupe, e lleva- rás cuatro libras de cera. Estarás allá dos días, e a la venida le han de traer acá; en faciendo oración la señal será desfecha.

 

La procesión estuvo un poco detenida, haciendo todos oración de rodillas. Luego decidieron seguir, y al subir al cerro vieron a Inés de lejos, que estaba arrodillada mirando hacia ellos, con la Cruz delante. Al llegar junto a ella les trasmitió el mensaje que le acababa de dar la Virgen.

 

Le preguntaron dónde había estado la Virgen y les señaló unas pisadas pequeñas en un arenalejo, como de avampiés de paño (zapatillas). Muchos cogieron con mucha devoción de aquella arena.

 

Encontrando las huellas benditas de la virgen y se apresuraron a poner sus labios en ellas y se produjeron muchos milagros de todos aquellos que se encontraban aquejados de alguna enfermedad o faltos de algun miembro o sentido.

 

Dejaron allí la Cruz. Con ella se quedaron algunos hombres para guardarla, y la procesión se volvió a la iglesia, donde cumplieron lo que había ordenado la Virgen, de la vela nocturna y las dos Misas al día siguiente.